El 7 de agosto, mientras Colombia conmemora la Batalla de Boyacá, la derecha acéfala pretende salir a las calles a defender lo indefendible: a un expresidente condenado por fraude procesal y soborno a testigos. Y ahí, como por arte de magia, aparecen Tomás y Jerónimo Uribe, hijos del ahora condenado Álvaro Uribe Vélez, dando cátedra de “honor” y “gallardía”, como si el país no conociera de memoria la historia de privilegios que los convirtió en lo que son. Nos quieren vender el cuento de que estos muchachos son el ejemplo del “pobre que dejó de ser pobre porque quiso”, los mismos que empezaron con manillas y terminaron con zonas francas gracias a jugadas inmobiliarias favorecidas durante el gobierno de su padre. No, no se hicieron a pulso. Se hicieron con el poder de un apellido que convirtió el Estado en una finca privada. Y ahora pretenden marchar como si fueran santos mártires de la democracia. Y ahí están los medios corporativos, fieles escuderos del relato uribista: El C...