Juan D. Rivero Raillo
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El desarrollo urbanístico de Montería ha estado marcado por una paradoja que hoy se traduce en dolor y pérdidas materiales: el progreso fue comprendido como pavimentación, mientras el sistema de alcantarillado pluvial quedó relegado a la improvisación o al olvido. Este fenómeno no es exclusivo de nuestra ciudad, pero sí se vuelve especialmente grave en el contexto de la Sabana del Sinú, un territorio cuya topografía y dinámica hídrica exigen planificación cuidadosa y visión de largo plazo. La ausencia de un sistema de drenaje eficiente ha generado que cada aguacero se convierta en una amenaza para la vida cotidiana, afectando a hogares, negocios y al mismo tejido económico y social de Montería.
La historia reciente muestra que el modelo de modernización local fue entendido bajo la lógica del pavimento como sinónimo de desarrollo. Sin embargo, como advierte Jaramillo (2019), la infraestructura urbana debe concebirse en términos integrales, donde las redes de agua, saneamiento y drenaje sean parte fundamental del ordenamiento territorial. En Montería, esta integralidad ha sido fragmentada, reduciendo el urbanismo a capas de asfalto que, lejos de resolver los problemas de movilidad, han intensificado las emergencias derivadas de las lluvias.
La improvisación en la planeación urbana ha tenido consecuencias previsibles. El 16 de agosto, un aguacero inundó barrios enteros, interrumpió actividades comerciales, cerró restaurantes y negocios de entretenimiento nocturno, paralizó el transporte y expuso nuevamente la vulnerabilidad de una ciudad que no ha diseñado estrategias sostenibles frente al agua lluvia. Estos hechos recuerdan lo planteado por Restrepo (2017) en su tesis sobre infraestructura urbana en Colombia: “las ciudades que no incorporan criterios ambientales y de drenaje pluvial en sus planes de expansión están condenadas a repetir ciclos de vulnerabilidad social y económica” (p. 134).
Lo ocurrido no debe entenderse en clave de culpables individuales, sino como el resultado de una visión fragmentada del progreso urbano. No obstante, es necesario subrayar que actores institucionales como la empresa Veolia, el Concejo de Montería, la Alcaldía, la Gobernación y el Gobierno Nacional tienen una responsabilidad compartida en la búsqueda de soluciones. La presión ciudadana se convierte, en este sentido, en una herramienta legítima para exigir inversión y gestión de recursos que prioricen la infraestructura pluvial. La ciudadanía no puede normalizar que la vida económica de una capital intermedia se paralice con cada aguacero.
Como señala González (2020), “el urbanismo sostenible implica no solo construir para el presente, sino anticipar los retos climáticos y ambientales que definirán la habitabilidad de las ciudades” (p. 89). En el caso de Montería, exigir un sistema de alcantarillado pluvial eficiente es, más que una demanda técnica, una exigencia ética y política. Los daños que sufren los comerciantes de comidas rápidas, los conductores de transporte público o las familias que ven inundadas sus casas no son meros efectos colaterales: son síntomas de una improvisación estructural que debe corregirse.
El llamado es entonces a la reflexión y a la acción colectiva. No podemos permitir que la improvisación siga definiendo el futuro urbano de Montería. Se necesita una ciudadanía organizada que presione con firmeza a sus representantes y que exija soluciones reales, no promesas vacías. La gestión del agua lluvia debe estar en el centro de la agenda pública local, no como un asunto secundario, sino como un eje fundamental de la vida urbana. Solo así evitaremos que cada temporada de lluvias se convierta en una temporada de tragedias y pérdidas.
En última instancia, lo que está en juego no es únicamente la movilidad o la estética de una ciudad pavimentada, sino la posibilidad de construir una Montería resiliente, capaz de enfrentar los desafíos del cambio climático y de garantizar condiciones dignas de vida a sus habitantes. Es hora de superar la idea de progreso como asfalto y comprender que la verdadera modernidad se construye desde la sostenibilidad, la planificación responsable y la justicia social. 🌧️🏙️💧
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Referencias
• González, P. (2020). Urbanismo sostenible y resiliencia en ciudades latinoamericanas. Universidad Nacional de Colombia.
• Jaramillo, C. (2019). Planificación urbana y servicios públicos en Colombia: retos y perspectivas. Tesis de Maestría, Universidad de Antioquia.
• Restrepo, L. (2017). Infraestructura urbana y vulnerabilidad social en ciudades intermedias de Colombia. Tesis de Doctorado, Universidad del Valle
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