He recibido varios mensajes de seguidores de Álvaro Uribe que repiten con fervor la misma defensa: “Uribe es inocente”, dicen, y que toda la condena judicial es un complot. Quieren convertirlo en víctima. Lo primero que hay que aclarar es que la riqueza de Uribe Vélez no fue obra del impulso propio, sino del trabajo de su padre… aunque sí, circulan investigaciones periodísticas y libros que cuestionan los orígenes de ese patrimonio. Pero hasta donde se sabe, no hay procesos judiciales que lo hayan probado. Las dudas existen, pero la ley aún no lo ha condenado por eso.
Defienden también con ahínco a sus hijos Tomás y Jerónimo, asegurando que sus negocios nacieron del esfuerzo. Sin embargo, hay cuestionamientos serios: adquirieron terrenos en Mosquera por precios bajos, y al declararse Zona Franca en 2008 esos predios se valorizaron exponencialmente. Estudios apuntan a ganancias millonarias tras decisiones de funcionarios vinculados al régimen anterior. Aunque el Consejo de Estado tumbó una acción popular, quedó claro el trato preferencial que recibió su empresa Residuos Ecoeficiencia y su ritmo de valorización astronómica en poco tiempo .
Aun así, sus seguidores se aferran al argumento de “dinero de cuna”, y aún con Uribe condenado por fraude procesal y soborno a testigos —los únicos delitos que hoy la justicia le imputa— mantienen que es víctima de una persecución judicial. La realidad es que este juicio tomó más de trece años y concluyó con una sentencia firme: 12 años de prisión domiciliaria, multa millonaria y ocho años de inhabilitación. Nada de esto es conspiración; es el resultado de una investigación que incluyó testigos, interceptaciones, audiencias y más de mil páginas de fallo .
Lo verdaderamente desconcertante es confundir pensamiento crítico con adoctrinamiento. La defensa uribista acusa a cualquiera que cuestione a su líder de formar parte de un complot izquierdista. Lo cierto es que negar la evidencia no es valentía, es resignación intelectual. Y quienes insisten en que “con Uribe se podía viajar por carretera” o que “gobernó sin robos”, omiten que muchos de los que le rodeaban terminaron en la cárcel o exiliados. Él, hasta ahora, fue el único que nunca recibió una sentencia… hasta este caso.
En este momento, quienes atacan el fallo judicial llaman a una marcha para decir que “un condenado es inocente”. Lo insólito es ver aparecer a Tomás y Jerónimo Uribe en redes sociales, como si fueran ejemplos de esfuerzo y superación, cuando sus negocios están ligados a privilegios legislativos que facilitan la acumulación de riqueza sin riesgo. Quieren hacernos creer que son emprendedores meritorios cuando su origen está tejido con gestos de poder, compras regulatorias y valorizaciones express.
Sí, han hablado de extraditar a otros “determinadores políticos del narcotráfico”. Es su nuevo discurso inventado. Y lo peor es que tienen medios corporativos como El Colombiano y La FM promoviendo esa narrativa, mientras ignoran las evidencias que revelan a un expresidente que abusó del aparato judicial para intentar controlar la verdad en su contra .
Así que no. No es que Uribe sea inocente por una supuesta conspiración. Tampoco es verdad que sus hijos se hicieron ricos por méritos propios. Y si confunden pensamiento crítico con adoctrinamiento, el problema no está en el que cuestiona, sino en quien no tolera ser cuestionado. Colombia necesita un debate basado en hechos, no en promesas vacías o consignas redactadas para defender lo indefendible.
Estoy convencido de que este caso puede marcar una ruptura: ya no hay cabida para la impunidad simbólica, ya no hay lugar para convertir en héroes a quienes manipulan las estructuras del poder a su conveniencia. Si Colombia va a caminar hacia una democracia más justa, debe aceptar que la verdad, por incómoda que sea, es imprescindible.
— Juan David Rivero Raillo
Maestro rural y activista
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